Según algunos estudios pasamos un 90% de nuestro tiempo en espacios construidos, este dato avala la importancia de crear espacios que sean saludables y generen bienestar.
La disciplina que estudia y aplica este tipo de conceptos es la Neuroarquitectura, quizá nunca hayas escuchado esta palabra, no obstante, seguro que sin darte cuenta has notado sus efectos.
La Neuroarquitectura se podría definir como el entorno construido que ha sido especialmente diseñado y basado en principios derivados de la Neurociencia para favorecer la memoria, la mejora de las habilidades cognitivas y la estimulación de la mente.
Es un hecho probado que el diseño de las áreas de trabajo influye directamente en nuestro estado de ánimo, así como en nuestras habilidades sociales y profesionales, ya sean la creatividad, la productividad o la capacidad de innovación, entre muchas otras.
Las empresas son cada vez más conscientes de que el diseño de sus sedes, así como los edificios en los que estas se alojan juegan un papel muy importante en la productividad de sus trabajadores.
La Neuroarquitectura se podría llevar a la práctica de diferentes formas. En primer lugar, es muy importante tener en cuenta la iluminación de los espacios, pues tendrá un efecto directo en el estado de ánimo de nuestros trabajadores.
Las texturas y los colores, así como sus tonalidades pueden afectar a nuestro cerebro de manera positiva o negativa. Por este motivo resulta esencial estudiar que materiales se van a utilizar según el objetivo que deseemos conseguir.
La propuesta realizada por Studio O+A de San Francisco para la empresa Slack Headquarters podría ser un muy buen ejemplo de lo que las luces y las formas pueden evocar.
En cuanto al diseño exterior, disponer de espacios dónde los trabajadores puedan estar en contacto con la naturaleza y el entorno, repercute directamente en su actitud a la hora de tomar decisiones, concentración y un largo etcétera.
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